Nuestra estancia en el Castillo-Palacio fue excepcional. Desde el primer momento, Elena y Luis nos hicieron sentir como en casa. Ambos no solo son increíblemente amables, sino que también nos ofrecieron valiosos consejos sobre lugares para visitar y restaurantes donde disfrutar de la gastronomía local. Además, como pareja gay con un perro amigable, Otto, nos sentimos totalmente acogidos. Otto, que es muy bien portado, fue rápidamente bien recibido por el equipo, lo cual nos hizo sentir aún más cómodos.
El hotel en sí es un tesoro histórico, renovado con mucho cariño y atención a los detalles. Cada rincón parece contar una historia. El jardín es enorme y hermosísimo, perfecto para relajarse. Las habitaciones son amplias, limpias y están muy bien equipadas, lo que hizo que nuestra estancia fuera aún más placentera.
Muchas gracias a Elena y Luis por su hospitalidad y por hacer de nuestra visita una experiencia inolvidable. Sin duda, recomendamos este lugar a cualquiera que busque una experiencia única y especial. ¡Volveremos!