Fue raro porque fallaba en cosas tontas. A ver, el hotel está muy bien por situación y tranquilidad pero la cama es de muelles un poco incómoda y con la almohada tan baja tenía que dormir sobre un cojín. La mesita de noche no tenía cajón así que todo iba encima y para los bestias como yo que apagamos el despertador aun en el sexto sueño de un manotazo acababa todo por el suelo. Tuve que renunciar a la lámpara de noche porque junto a la cama sólo hay un enchufe y el móvil manda. La parienta manda más pero no venía esta vez, tal vez en la próxima, cuando la conozca. En las fotos se ve que tiene bidet pero en realidad, al menos la mía, no. Me he tenido que limpiar ahí detrás con la lengua, puro contorsionismo, ¡que dolor de riñones!!! Y que sabor más raro en la boca, una mezcla de Mc Donalds y el Bulli.
Lo que es una gozada es salir, dar unos pocos pasos y encontrarte a la Giralda, inventora del reciclaje ya que era el minarete de la Mezquita de Sevilla que se recicló en torre del campanario. Ya está todo inventado. Otra cosa es por la mañana cuando le dan a las campanas que te dan ganas de ser republicano en la Guerra Civil para matar al cura y quemar la iglesia aunque gracias a lo bien insonorizado que está el hotel la Catedral de Sevilla tiene campanitas.
Y he de declarar un mea culpa: animalistas del mundo, he matado animales en Sevilla. No, los niños no son animales y tampoco, los sevillistas no son animales, al menos no todos. He matado mosquitos. Uno cada día. Culpable!!